martes, 21 de agosto de 2012

Suspiros

Llegas por la puerta, saludas. Desde una esquina, te devuelvo el saludo. “¿cómo estás?” dicen, “bien”, respondes.

Y entonces llega. Pesado pero corto, esa expresión que suelta tu realidad en un ínfimo momento de desequilibrio moral.

Un suspiro.

De reojo llevo viéndolos, ya hace un tiempo atrás. “Cansancio”, me digo, “agobio”, me invento... todo tapa lo que en realidad no quiero ver: no se avecina nada bueno.

Me imagino corriendo y tapando ese suspiro con mi mano, contando algo gracioso que te haga reír, que haga felices a tus ojos cansados. Alargando esos brazos que quieren abrazarte, que quieren animarte. Tocando con la punta de mis dedos ese botón interno que te devuelve la energía, que me la da a mi también, que es la cura para todos los remedios que tienes.

Pero agacho la cabeza, y sigo con mis cosas.

Hoy, y mañana, y pasado. Una y otra vez, veo esa sonrisa forzada, sincera a los labios pero quebrantada en el alma, y quiero borrarla, por una más cálida, por una entera, por una la cual sea plenamente consciente de ella.

¿por qué no lo hago? Me pregunto. Buena pregunta.

Buena pregunta.

Podría hacerlo, y tal vez con ello lograría lo que quiero. O tal vez no.
¿y si fueran imaginaciones mías?
¿y si no quisieras que me acercara?

¿... y si te molestara?

Hay gente que tiene alas, y que puede llevar pasajeros en su espalda, hacerles ver un mundo apasionante y maravilloso. Que brillan sólo por ser como son.

Tú eres así.

Mis alas, en cambio, son muy pequeñas, a veces no tienen fuerza ni para llevarme a mí...

¿podrían con los dos?

¿y si nos cayésemos?
¿te harías daño?
¿sería reparable?
¿... me perdonarías?

Aquí sigo, con la cabeza gacha, debatiéndome eternamente con mi yo interno. Algún día me decidiré, dejaré mis vergüenzas atrás y me atreveré a hacer el ridículo,
tal vez hoy, tal vez mañana.

Algún día me arrepentiré de haber decidido qué hacer o qué no hacer...

Pero ese día no será hoy.

Eso sí, ten por sentado, alma que suspira, que el día que te derrumbes y caigas por la ventana, aunque mis alas sean raquíticas... batirán para ayudarte.

Siempre que estén a tu alcance.

Porque eso es lo que hacen los amigos, ¿no?

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