Me siento en esta orilla que es el
límite de mi vida y pienso...
¿qué hago yo aquí?
Llegué a ella antaño, cuando aún
creía en los sueños. Estos se desvanecieron y me dejaron aquí, confundida, sin
saber qué hacer aparte de mirar el horizonte.
En esa ocasión me levanté y me fui.
¿Por qué?
Hacía frío.
Hoy estoy de nuevo aquí,
contemplando el vasto mar.
Tuve nuevas ilusiones, aunque recelé
de los sueños, no fuera que se me escaparan de nuevo.
Encontré nuevas caras, nuevos
lugares, nuevos momentos.
Nuevos sentimientos.
Con todo, hoy vuelvo a estar aquí.
Y vuelvo a estar sola.
La mano que me acompañaba se perdió,
no sé adónde fue, no sé si me está buscando.
No sé nada.
El mar me airea las ideas, deja mi
mente hablando sola. Vuelvo a tener frío, y no hay nadie aquí que me dé un poco
de calor.
Pero esta vez no voy a huir.
Me desprenderé de mis ropas, tiraré
los zapatos a la húmeda arena y me lanzaré de cabeza a las olas.
Nadaré, e indagaré este horizonte
más de cerca. Puede que así encuentre mis sueños perdidos, puede que así
encuentre el motivo por el que seguir luchando.
Puede que así encuentre calor.
Quien quiera seguirme, sabrá dónde
encontrarme, rompiendo la calma del mar.
Quien quiera estar a mi lado, me
buscará.
Tal vez esa mano vuelva entonces, cuando
deje de esperarla en la orilla, pensando solo en su calor, y me acompañe en
este largo viaje que me queda por delante.
Tal vez...
Lástima, hoy hace mucho frío para
desnudarse.
Tal vez mañana.
Hoy esperaré, no sea que cuando me
lance a las olas, no pueda volver... y seas tú el que te quedes solo en esta
orilla,
esperando uno de mis abrazos.
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