A la cola, como todo
el mundo- le dijo la señora de recepción. Se quejó, habló de
justicia y empezó a subir el tono, haciendo tanto barullo que tuvo
que salir la encargada.
Tras un rato de
discusiones, insultos mutuos y aclaraciones varias, consiguieron ser
atendidos; tarde, pues el enfermo ya era cadáver.
La recepcionista
alzó los ojos ante los llantos del hombre, desesperado. Bufó y
siguió atendiendo, no sin antes aclararle a su cliente:
- ¿ve usted? Si hubiera esperado su turno sin tanto escándalo, hubiera tardado menos… ¡yo se lo dije por su bien, para que después digan que no hago bien mi trabajo!
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