lunes, 2 de julio de 2012

Noche de fiesta


El silencio se había quebrado. El suelo temblaba fuertemente, golpeado por miles de pies que saltaban incesantes, incansables, una y otra vez. Las sonrisas acompañaban al llanto de alegría, a los gritos de euforia, al sudor de la fiesta.

Habían ganado la eurocopa.

Entre los transeúntes, una mujer arrastra las piernas. Sus ojos también lloran, aunque su sonrisa hace tiempo ya que no se deja ver. La multitud la zarandea con el bullicio, y ella se deja llevar, sin rumbo fijo. 

Solo piensa en volver a casa, en ver a sus niños... Pero ¿como? Su marido está enfermo. De qué, ella no llega a entenderlo, pero sí entiende de dinero. Tratamiento costoso, dijeron. Recortes, alegaron. Y allí está, en una habitación donde apenas cabe su cama, aguantando sus días, cada vez más cortos, hasta que no pueda más.
Sus niños. Sus pequeños... Lloraron al partir, no más que ella, pero sus ojitos mostraban esa incertidumbre del que no sabe adonde irá, qué le espera mañana, cuándo podrán volver a vivir los tiempos de antaño. La inspectora social lo intentó todo, les dió todo el margen que pudo, pero una vez la policía desalojó su hogar, no tenían techo donde acoger a sus hijos. Y eso, el estado no lo veía bien... aunque sí vio bien llevar a los niños a centros de acojida, separarlos de sus padres. “Un buen hogar”, comentaban mientras los metían en el coche, pero ella no podía ver cuan bien era ese sitio, en el que sus retoños estaban privados de los abrazos de su madre... en el que ella estaba privada de las sonrisas de sus niños.

Sonrisas, eso sí se ve por las calles en este día tan especial. La mujer no logra entender por qué tanta felicidad en el ambiente. ¿Acaso no han leído los periódicos, escuchado las noticias? Los impuestos vuelven a subir, los colegios se pagarán el doble. Los hospitales son cementerios. La soga nos está ahogando a todos. 

Un joven, preso de la ebriedad, cae sobre ella y la tira al suelo. Se levanta como puede antes que la pisen, y los mira enojada. Malditos todos, piensa... ¿cómo pueden dejarse engañar de estas maneras? ¿cómo pueden cegarse tanto? Gente así, que no lucha, que celebra una victoria presa de la suerte cuando hay miles de guerras sin soldados, este tipo de personas fueron las que le quitaron su trabajo, las que le arrebataron su hogar y le obligan a vivir, día a día, esperando no poder seguir mañana. 

De repente, en medio de la multitud, se encuentra sin fuerzas. No vale la pena seguir adelante, no lograra nada. Se aleja como puede y se apoya en la pared de una calle menos transitada. Se acurruca y cierra los ojos, mientras intenta evadirse del suelo que tiembla, del silencio quebrado, del viento húmedo que le trae las voces de júbilo. Todo fuera, que solo quede la soledad, sus brazos, y los recuerdos. No más risas, no más felicidad, ella no puede entenderlo, no puede compartirlo.

No puede disfrutarlo.

Dos rostros aparecen difuminados en sus párpados. Vislumbra los ojos de su hija, aún llorosos por tener que irse, escucha los hipidos del pequeño, asustado, pero no ve sus caras. Están tan lejos que no puede llegar a ellos, y cada vez se alejan más. Pero sus voces se acercan, la arropan...

Cuando abre los ojos, ve una joven frente a ella, zaradeándola por el hombro. Tiene cara de preocupación. ¿por qué se preocupará? La mujer suelta un gruñido, se zafa de su mano, pero la joven sonríe. Tiempos difíciles, dice. Le obliga a levantarse, y le quita restos de cristal de la ropa. Botellas, supone la madre, del fiestón que llevan en la calle continua. Le da una bolsa, pesa bastante. Le aconseja que hoy duerma tapada, con la lluvia el frío será mayor hoy, y podría resfriarse. Se queja un poco del griterío, ¿acaso no saben que mañana la gente trabaja? Se despide cogiéndola de las manos, diciéndole que mañana será otro día. Pero, ya que disfrutan, disfrute usted también, susurra.

Se va, mientras la mujer se queda atónita. Mira el interior de la bolsa. Bocadillos y un par de cervezas. Suspira, y unas lágrimas se le escapan. Bueno, al menos ella y su marido tienen cena hoy, parece que no es tan mal día. Aún hay motivos para abrir los ojos a un nuevo día.

Al fin y al cabo... parece que aún hay esperanza.

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