Sentada en mi mesa, con el
café entre mis manos agrietadas, me dejo hipnotizar por las volutas de humo que
salen de mi garganta al respirar. Me percato en mi subconsciente que ya ha
llegado el frío, y con el frío siempre me da por echar la vista atrás.
Queda poco para que te vayas,
y no vuelvas jamás.
Miles de personas esperan con
ansia ese día en que nos dejes, presos de la convicción de que, con tu partida,
todo mejorará. Reniegan de tu nombre, de los actos que ocurrieron en tu
presencia, y desean con ansias que tu sustituto les traiga mejor suerte. Claro, la vacante está
abierta, y alguien debe ocupar tu lugar. En cuanto pongas un pie fuera, todos
alabarán a tu sucesor y nadie querrá acordarse de ti.
Nadie... Pero yo sí.
Yo no puedo culparte por todo
lo malo que ha podido suceder mientras estabas aquí, pero sí puedo alegrarme y
agradecerte todo lo que me has dado. Por lo que aún hoy, en el último de tus
alientos, me estás dando.
Junto a ti he vivido cambios.
He pasado de estudiante a graduada, de aprendiz a maestra. Aún me queda mucho
por aprender, pero mi camino ya es un principio que otros verán y, si quieren,
seguirán. Contigo he visto que los finales son sólo el principio de otra etapa,
y que la vida tiene mucho que mostrarte si sabes con qué ojos mirarla, y con
qué espíritu disfrutarla.
Contigo he vivido
reencuentros, algunos efímeros y otros fuertes como el hierro. Me has devuelto
parte de mi pasado más olvidado, me has ayudado a encontrar el valor para mirar
a mi futuro y para enlazar mis hilos más perdidos con mis propias manos.
Gracias a ti, hoy ya no me veo sola en mi reflejo.
También he vivido despedidas.
Duras y crudas, temporales y permanentes, necesarias y obligadas. Ninguna
agradable pero, ahora lo sé, todas con el mismo objetivo: seguir adelante en
este camino indefinido y con tantas curvas. Algunos volverán, otros
desaparecerán en el entresijo de recuerdos... Todos ellos se quedaran junto a
ti, una vez te vayas. Los recordaré cada vez que eche la vista atrás, tal como
hago en estos instantes, y desde la distancia del tiempo volveré, una vez más,
para seguir aprendiendo de mis propias decisiones, para seguir recordando esas
sonrisas, y para recoger fuerzas para el camino que avanza imparable.
Me has enseñado a valorar los
pequeños detalles, los instantes que hacen la diferencia entre lo ordinario y
lo extraordinario. Me has instado a escoger el camino difícil, a sudar con mi
esfuerzo cada logro conseguido.
Me has otorgado un hogar.
Me has mostrado todo cuanto anhelaba,
sólo para que me percatara de que quería más. Y que, en mi interior, se haya
cuanto necesito para lograrlo.
Porque si hay algo que me
dejas tras tu marcha, es sin duda la certeza...
De que en mis manos está cuanto necesito
para ser feliz .
Con el paso de los años,
todos mirarán atrás y juzgarán que el 13 trajo desdichas: hambrunas, crisis,
pobreza, muerte... Yo rascaré la superficie de esa afirmación, y les contaré mi
versión de ese número maldito, la versión de alguien que supo apreciar lo que bueno
que trajo con él.
Ya que, después de todo
cuanto he pasado, ¿cómo podría decir que fuiste un año malo para mí?
Ahora duerme, es momento de
descansar. No más piedras, no más juicio. Déjalo todo atrás y descansa...
Nosotros veremos qué nos
depara el nuevo día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario