lunes, 26 de noviembre de 2012

Mirando al horizonte


Me siento en esta orilla que es el límite de mi vida y pienso...
¿qué hago yo aquí?

Llegué a ella antaño, cuando aún creía en los sueños. Estos se desvanecieron y me dejaron aquí, confundida, sin saber qué hacer aparte de mirar el horizonte.
En esa ocasión me levanté y me fui. ¿Por qué?

Hacía frío.

Hoy estoy de nuevo aquí, contemplando el vasto mar.
Tuve nuevas ilusiones, aunque recelé de los sueños, no fuera que se me escaparan de nuevo.
Encontré nuevas caras, nuevos lugares, nuevos momentos.
Nuevos sentimientos.
Con todo, hoy vuelvo a estar aquí.

Y vuelvo a estar sola.

La mano que me acompañaba se perdió, no sé adónde fue, no sé si me está buscando.

No sé nada.

El mar me airea las ideas, deja mi mente hablando sola. Vuelvo a tener frío, y no hay nadie aquí que me dé un poco de calor.
Pero esta vez no voy a huir.

Me desprenderé de mis ropas, tiraré los zapatos a la húmeda arena y me lanzaré de cabeza a las olas.
Nadaré, e indagaré este horizonte más de cerca. Puede que así encuentre mis sueños perdidos, puede que así encuentre el motivo por el que seguir luchando.

Puede que así encuentre calor.

Quien quiera seguirme, sabrá dónde encontrarme, rompiendo la calma del mar.
Quien quiera estar a mi lado, me buscará.
Tal vez esa mano vuelva entonces, cuando deje de esperarla en la orilla, pensando solo en su calor, y me acompañe en este largo viaje que me queda por delante.

Tal vez...

Lástima, hoy hace mucho frío para desnudarse.
Tal vez mañana.

Hoy esperaré, no sea que cuando me lance a las olas, no pueda volver... y seas tú el que te quedes solo en esta orilla,

esperando uno de mis abrazos.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Sobre gustos...

Sus labios perfilados se contraen para dejar escapar un silbido corto mientras se lleva la mano a la entrepierna, haciendo un gesto obsceno.
 La mujer se queda petrificada, la mira de arriba abajo y sigue andando, alejándose del parque. 
 
Ivonne se ríe estrepitosamente, y vuelve a colocarse en posición, esperando a su próxima presa. Sus hormonas le cambiaron los pectorales musculosos por pechos sedosos, la enfermedad le hizo eunuco, y la sociedad lo ayudó con capas de maquillaje. 

Y pese a ser tan femenina, Iván aún disfruta los momentos en los que sonroja a una mujer, aunque sea de pura vergüenza, ante su comportamiento destructivo.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Paciencia

A la cola, como todo el mundo- le dijo la señora de recepción. Se quejó, habló de justicia y empezó a subir el tono, haciendo tanto barullo que tuvo que salir la encargada. 
 
Tras un rato de discusiones, insultos mutuos y aclaraciones varias, consiguieron ser atendidos; tarde, pues el enfermo ya era cadáver.

La recepcionista alzó los ojos ante los llantos del hombre, desesperado. Bufó y siguió atendiendo, no sin antes aclararle a su cliente:
  • ¿ve usted? Si hubiera esperado su turno sin tanto escándalo, hubiera tardado menos… ¡yo se lo dije por su bien, para que después digan que no hago bien mi trabajo!

martes, 30 de octubre de 2012

Sin dejar de mirar

Un instante. 
Si dejas de mirar, lo pierdes para siempre, pero no sabes cuando va a suceder...
Inventas, 
Imaginas, 
Esperas, 
Ansías.

Y ahí está, surcando los cielos, abriéndolos a su voluntad, mostrando el lado más perverso jamás visto.

Tras él, llega el grito.

Pero este es alto y doloroso, profundo y cruel.
Un grito que te cuenta que no levantaste el rostro para ver el milagro... y te lo perdiste.
 

¿Acaso crees que volverá a ocurrir?
 

Sigue esperando, nada es imposible... Pero no dejes de mirar, ni un solo instante, mantente alerta...

O lo perderás de nuevo.

lunes, 29 de octubre de 2012

SM: en público

-A la cola, como todo el mundo.

Todos me miraron, asombrados con los aires de la dama.

Primero vino la estupefacción, luego el entendimiento y finalmente la inevitable vergüenza. Una noche de desliz, me llamaría, mientras yo con un rato había perdido la cabeza por ella. 
 
Nunca he sido partidario de la violencia, pero no pude resistirme a dejarla en ridículo bañándola de ese vino tan caro que tenía en la copa. 

Y, pensándolo bien, todo ese potingue que corrió viscoso por sus mejillas me dejó ver bien claro por qué hay cosas que te has de mirar dos veces antes de jugarte el cuello por ellas.

miércoles, 17 de octubre de 2012

SM: La regla más básica

Con esa exactitud tan característica de la ciencia que enseñas, llenas la pared de fórmulas y teoremas. Los revisas impresionado de tu propia capacidad, cuando te das cuenta que algo falla: el resultado.
¿Pero por qué? lo repasas. No lo entiendes. Te enfadas. Te ofuscas. Te ayudo. Me echas. Me ignoras.
Al límite de tus fuerzas, agonizando en el rincón, descubres una hoja arrugada. Papel en el que te escribí, hace diez años, la regla más básica de todas: que 2+2 son 4. Lo recuerdas, sonríes avergonzado y me pides perdón.
Suspiro pensando cuánto me gusta esa sonrisa... una lástima que, en unos minutos, vuelvas a olvidarlo.

martes, 21 de agosto de 2012

Suspiros

Llegas por la puerta, saludas. Desde una esquina, te devuelvo el saludo. “¿cómo estás?” dicen, “bien”, respondes.

Y entonces llega. Pesado pero corto, esa expresión que suelta tu realidad en un ínfimo momento de desequilibrio moral.

Un suspiro.

De reojo llevo viéndolos, ya hace un tiempo atrás. “Cansancio”, me digo, “agobio”, me invento... todo tapa lo que en realidad no quiero ver: no se avecina nada bueno.

Me imagino corriendo y tapando ese suspiro con mi mano, contando algo gracioso que te haga reír, que haga felices a tus ojos cansados. Alargando esos brazos que quieren abrazarte, que quieren animarte. Tocando con la punta de mis dedos ese botón interno que te devuelve la energía, que me la da a mi también, que es la cura para todos los remedios que tienes.

Pero agacho la cabeza, y sigo con mis cosas.

Hoy, y mañana, y pasado. Una y otra vez, veo esa sonrisa forzada, sincera a los labios pero quebrantada en el alma, y quiero borrarla, por una más cálida, por una entera, por una la cual sea plenamente consciente de ella.

¿por qué no lo hago? Me pregunto. Buena pregunta.

Buena pregunta.

Podría hacerlo, y tal vez con ello lograría lo que quiero. O tal vez no.
¿y si fueran imaginaciones mías?
¿y si no quisieras que me acercara?

¿... y si te molestara?

Hay gente que tiene alas, y que puede llevar pasajeros en su espalda, hacerles ver un mundo apasionante y maravilloso. Que brillan sólo por ser como son.

Tú eres así.

Mis alas, en cambio, son muy pequeñas, a veces no tienen fuerza ni para llevarme a mí...

¿podrían con los dos?

¿y si nos cayésemos?
¿te harías daño?
¿sería reparable?
¿... me perdonarías?

Aquí sigo, con la cabeza gacha, debatiéndome eternamente con mi yo interno. Algún día me decidiré, dejaré mis vergüenzas atrás y me atreveré a hacer el ridículo,
tal vez hoy, tal vez mañana.

Algún día me arrepentiré de haber decidido qué hacer o qué no hacer...

Pero ese día no será hoy.

Eso sí, ten por sentado, alma que suspira, que el día que te derrumbes y caigas por la ventana, aunque mis alas sean raquíticas... batirán para ayudarte.

Siempre que estén a tu alcance.

Porque eso es lo que hacen los amigos, ¿no?

lunes, 2 de julio de 2012

Noche de fiesta


El silencio se había quebrado. El suelo temblaba fuertemente, golpeado por miles de pies que saltaban incesantes, incansables, una y otra vez. Las sonrisas acompañaban al llanto de alegría, a los gritos de euforia, al sudor de la fiesta.

Habían ganado la eurocopa.

Entre los transeúntes, una mujer arrastra las piernas. Sus ojos también lloran, aunque su sonrisa hace tiempo ya que no se deja ver. La multitud la zarandea con el bullicio, y ella se deja llevar, sin rumbo fijo. 

Solo piensa en volver a casa, en ver a sus niños... Pero ¿como? Su marido está enfermo. De qué, ella no llega a entenderlo, pero sí entiende de dinero. Tratamiento costoso, dijeron. Recortes, alegaron. Y allí está, en una habitación donde apenas cabe su cama, aguantando sus días, cada vez más cortos, hasta que no pueda más.
Sus niños. Sus pequeños... Lloraron al partir, no más que ella, pero sus ojitos mostraban esa incertidumbre del que no sabe adonde irá, qué le espera mañana, cuándo podrán volver a vivir los tiempos de antaño. La inspectora social lo intentó todo, les dió todo el margen que pudo, pero una vez la policía desalojó su hogar, no tenían techo donde acoger a sus hijos. Y eso, el estado no lo veía bien... aunque sí vio bien llevar a los niños a centros de acojida, separarlos de sus padres. “Un buen hogar”, comentaban mientras los metían en el coche, pero ella no podía ver cuan bien era ese sitio, en el que sus retoños estaban privados de los abrazos de su madre... en el que ella estaba privada de las sonrisas de sus niños.

Sonrisas, eso sí se ve por las calles en este día tan especial. La mujer no logra entender por qué tanta felicidad en el ambiente. ¿Acaso no han leído los periódicos, escuchado las noticias? Los impuestos vuelven a subir, los colegios se pagarán el doble. Los hospitales son cementerios. La soga nos está ahogando a todos. 

Un joven, preso de la ebriedad, cae sobre ella y la tira al suelo. Se levanta como puede antes que la pisen, y los mira enojada. Malditos todos, piensa... ¿cómo pueden dejarse engañar de estas maneras? ¿cómo pueden cegarse tanto? Gente así, que no lucha, que celebra una victoria presa de la suerte cuando hay miles de guerras sin soldados, este tipo de personas fueron las que le quitaron su trabajo, las que le arrebataron su hogar y le obligan a vivir, día a día, esperando no poder seguir mañana. 

De repente, en medio de la multitud, se encuentra sin fuerzas. No vale la pena seguir adelante, no lograra nada. Se aleja como puede y se apoya en la pared de una calle menos transitada. Se acurruca y cierra los ojos, mientras intenta evadirse del suelo que tiembla, del silencio quebrado, del viento húmedo que le trae las voces de júbilo. Todo fuera, que solo quede la soledad, sus brazos, y los recuerdos. No más risas, no más felicidad, ella no puede entenderlo, no puede compartirlo.

No puede disfrutarlo.

Dos rostros aparecen difuminados en sus párpados. Vislumbra los ojos de su hija, aún llorosos por tener que irse, escucha los hipidos del pequeño, asustado, pero no ve sus caras. Están tan lejos que no puede llegar a ellos, y cada vez se alejan más. Pero sus voces se acercan, la arropan...

Cuando abre los ojos, ve una joven frente a ella, zaradeándola por el hombro. Tiene cara de preocupación. ¿por qué se preocupará? La mujer suelta un gruñido, se zafa de su mano, pero la joven sonríe. Tiempos difíciles, dice. Le obliga a levantarse, y le quita restos de cristal de la ropa. Botellas, supone la madre, del fiestón que llevan en la calle continua. Le da una bolsa, pesa bastante. Le aconseja que hoy duerma tapada, con la lluvia el frío será mayor hoy, y podría resfriarse. Se queja un poco del griterío, ¿acaso no saben que mañana la gente trabaja? Se despide cogiéndola de las manos, diciéndole que mañana será otro día. Pero, ya que disfrutan, disfrute usted también, susurra.

Se va, mientras la mujer se queda atónita. Mira el interior de la bolsa. Bocadillos y un par de cervezas. Suspira, y unas lágrimas se le escapan. Bueno, al menos ella y su marido tienen cena hoy, parece que no es tan mal día. Aún hay motivos para abrir los ojos a un nuevo día.

Al fin y al cabo... parece que aún hay esperanza.

lunes, 25 de junio de 2012

SM: Entre las sábanas


Por lo que mas quieras, lávate bien esas manos antes de acostarte- le decía de espaldas, sin mirarla.
Ella se frotaba bien las manos, abriéndose la piel mientras intentaba no sollozar. No importaba cuanto intentara quitarse el barro, el hedor a muerte la perseguiría entre las sábanas.  Lo sabía, como sabía que, aunque cavara las tumbas con los dientes, los cadáveres no dejarían de aparecer.
Pese a todo, nada la hacía llorar. Solo obedecía, esperando anhelante el abrazo de su madre, que volvería a quejarse del repugnante olor a muerte que emanaba la cama, sin darse cuenta que era ella quien se había manchado las manos.

Vol 1 de la saga de microrrelatos (SM)

jueves, 29 de marzo de 2012

Words in the air


Es increíble ver, 
notar, 
palpar, 
cada brisa de imaginación que pasa por mi mente 
y poder verla, real, moviendose frente a mí.

Tu sola presencia crea lagunas en mis ojos, 
cubriéndome de ilusiones 
que creía que no podría volver a sentir.

Sola, sí, pero... ¿junto a alguién?

No... junto a “alguien” no, junto a ti.

Parece que mis musas posaron sus pies de nuevo al alcance de mi atolondrada vista... 
y bailan una danza entre tus brazos.

¿puedo unirme a ellas?

“Y bailar en un baile infinito, donde el principio es el fin y no hay principio, porque todo empieza y termina con tu paso junto al mío.”

No dejes que me tropiece, amor... que soy muy torpe y el suelo me quiere demasiado.

martes, 20 de marzo de 2012

Live a dream

Cerré los ojos, y dejé que mi alma vagara por los rincones de mi mente.

Soñé que podía soñar, que el mundo era de vivos colores, y no de un único gris.
Soñé que ya no estaba sola, pues el sol me abrazaba con sus rayos, dándome su calor. Un sol enorme, que brillaba para mí.

Soñé que tenía alas, y al desplegarlas volé hasta el sol y lo abracé también, y así nos quedamos, ambos, disfrutando de la presencia del otro. 
Y notaba su aliento, y me embriagaba su sonrisa, y mi sol ya no era redondo, tenía manos y me sostenía con ellas, 
y no me cegaba, pues yo también brillaba, no con su luz, sino con la mía propia, la que salía de mis ganas de estar ahí.

Soñé que era feliz.


Entonces, mis ojos tuvieron que cerrarse...

Y desperté.

Seguía notando sus suspiros en mi piel, aún sabiendo que era imposible que estuvieran ahí. Mis ojos no querían abrirse, querían quedarse para siempre contemplando ese resplandor que no cegaba, el mismo que, cada vez más, se difuminaba en mis párpados...

Escuché su voz, susurrándome al oido, y mis ojos se abrieron. Ahí estaba, tal como lo soñé, reviviendo los nitidos recuerdos que me quedaban. Olía a nieve derretida, a primavera, a sol y a arroyo, a todo lo que me gustaba.
.
No podía ser verdad... Pero ahi estabas.

Desperté en un sueño. Un vellisimo sueño.

Y ya no sé si es la realidad o no, pero es mi realidad, mi verdad.

Y si estoy soñando... Déjame un ratito más.

miércoles, 15 de febrero de 2012

¿como suena una despedida?


Hoy he abierto, después de mucho tiempo, ese cajón donde tenía destartalado el pasado que pretendía olvidar. Lo he estado ordenando, encontrando momentos inoportunos, roturas dolorosas y promesas incumplidas, hasta que mis manos han topado con una cajita pequeña. Con el rincón que te reservé. Tras eso, he dejado de sacar cosas, para repasar esos recuerdos que me has traído a la mente.

¿Cómo estas?

Hace ya diez meses que te guarde, que nos silenciamos, que dejamos de repetirnos a la oreja lo alto que volaríamos juntos. No te mentiré, no he podido alzar el vuelo, mis alas se han vuelto perezosas para seguir cualquier estela que no sea la tuya. Mi mundo despierta muy nublado, llueve a menudo y la ropa no llega a secarse... Pero, aún así...
Aún son muchos los días en que la nostalgia me arranca una sonrisa.

¿Sabes? Me llamarás masoca, pero aún guardo como un tesoro algunos sms tuyos, los pocos que quedaron después de la arrasadora tempestad que sucedió a tu partida. Los sigo manteniendo, así como todas las canciones que me cantabas y seguía tarareando yo. Esas canciones que nos presentaron y nos hicieron compartir más momentos día tras día.
Debería acabar con ellos, lo sé, me lo han repetido miles de veces, pero pienso que, mientras estén ahí, tendré una prueba de tu existencia... Seguirás viviendo, aunque solo sea en recuerdos.

Miro la cajita y la ironía me puede. Hace un año que la compré, pretendía regalártela, llena de esos ositos de goma que odiabas, pero compartías conmigo porque sabías que me encantaban... Hasta que empezaron a gustarte a ti también. Con ellos, iba un conjuro mágico, un poderoso hechizo que hacia que, cuando te comieses una de las chucherías, sintieras el sabor de mis besos.
Porque leí que un beso lo cura todo, yo quería curar todos tus males, aun estando lejos de ti.
Recuerdo que quería dártela en mano, en tu cumpleaños, junto con un beso de verdad.

Se me asoma una lágrima por el ojo, traicionera. No quiero recordar en estos momentos que ese día no pudo llegar, que tu escogiste quedarte con ella y olvidarme a mí, no quiero rememorar esa convicción, desesperada, de que con mis solas palabras podría mover montañas. Ese momento en que estaba convencida que, pese a todo, pese a no poder ser lo más preciado para ti, mi cabezonería lograría hacerse un hueco a tu lado, como amiga, como confidente...
Como alguien importante para ti.

Maldita sea, no, no quiero traer de vuelta esos momentos. Me equivoqué, caí de bruces y no logré arreglar el estropicio. Por eso la caja sigue aquí, entre mis manos y no entre las tuyas, por eso ya no espero por las noches que suene mi teléfono, que tus cuerdas vocales me regalen ese "buenas noches" que me trasladaba a los mejores sueños.

Fue culpa mía, y ésta es mi penitencia.

Hoy termina, por suerte para ambos. Por eso, no quiero llorar, porque hoy es un día feliz. Tan feliz como fue ese día en que se me cruzaron los cables y me recorrí, sin avisarte, esa abismal distancia que nos separaba. Temía que te enfadaras, que pensaras que estaba loca y no quisieras saber más de mí. Pero no fue así, me reconociste en la esquina de tu calle, me pegaste un susto de muerte y tu abrazo casi me ahoga, dándome a entender que perdonabas ese atrevimiento, que te gustaba que estuviese ahí.
Ese abrazo, ese beso robado que le siguió, y todos los momentos que nos regalamos, son y serán el mejor capital de mi vida.

Por eso hoy, te escribo esta carta para darte las gracias.
Gracias por darme esos ojos que ven más allá del gris de la mañana, por esos paseos interminables en los que me ponía a saltar y bailar porque sí, porque me apetecía volar y gritar al cielo que estaba enamorada.
Gracias, por esas ganas locas de hacer, de ayudar, de activar el mundo que me dabas cada vez que me sonreías, que te acordabas de mí.
Gracias por mostrarme que, en esta vida, mi existencia hacía feliz a alguien.
Gracias por la paciencia, de aguantar mis llamadas a cada momento para saber de ti, porque sin ti los minutos eran una absurda angustia.
Gracias por compartir tus problemas con una pulguita como yo.

Porque dicen de la vida que no es más valiosa por cuánto vivimos sino por cómo la vivimos... compartir mi vida contigo hizo que la viviese por completo, al límite, sin dejarme un lugar que explorar y poder amar de ella.

Y por ello siempre te estaré agradecida.

A pesar de los gritos, las traiciones, los llantos hasta la madrugada o los silencios que aún hoy perduran... a pesar de todo...

Hoy es el gran día. Por fin comprendí que no tiene sentido seguir así, por mucho que me esfuerce tú jamás te irás de mi cabeza, y por mucho que espere no volverás a confiar en mí. Esos días no volverán, al menos mientras sigamos así. Así pues, aprovecho la ocasión para desearte toda la dicha que tú me diste, para decirte que no me rindo, que sé que algún día, en algún lugar, tu perdón llegará, nuestras almas se volverán a cruzar y podré estar a tu lado...

Aunque no sea en este tiempo.

No temas, no habrá más llamadas, más mensajes ni más llantos. Ésta es una despedida feliz, porque es un “hasta pronto”. Mi vida estuvo completa, y no lo volverá a estar sin ti, así que seguirla es desperdiciar fuerzas y tiempo. Seguir adelante es borrar tu recuerdo, y no puedo hacer eso.

Por eso, por eso... hoy me despido aquí.


¿Crees en el destino?
Porque yo nunca creí en él... pero todo cambió desde que te conocí.

Espero que volvamos a encontrarnos, en algún futuro incierto, en algún mundo paralelo, donde tú no tengas alguien que te ate...

Y yo pueda ser lo suficientemente fuerte como para poder vivir sin ti.

Porque te prometí que siempre serías importante para mí... y no dejaré que el tiempo haga de esa promesa palabras vacías.

Ah, se me olvidaba decirte, por última vez...

Te quiero. 


Pd: Carta participante en el certamen de San Valentín de Cartas de Amor. No ganadora, no finalista... pero sin duda reveladora para la pulguita que la escribió.

martes, 7 de febrero de 2012

The forgotten melody

Los sollozos se ahogaban entre mis rodillas, las manos no dejaban de sangrar. Las paredes tenían un nuevo color rojizo, más intenso que el amarronado que guardaban de otros días que, como hoy, había perdido la paciencia.

Pronto el brillo se apagaría.

Lo había intentado todo, todo, para destruir esas murallas en las que yo misma te encerré. Era un proceso inevitable, inexistente en mí antes. Primero, estaba el desasosiego, la soledad. Entonces, la rabia de la rendición entraba en mí, me activaba y hacía que me revelara a ese destino que yo misma nos había buscado. La mente empezaba a funcionar, dándome planes estúpidos acerca de como romper las paredes que te tienen presa. Tras miles de intentos frustrados, la fuerza fluía en mí, desatada, y mi cuerpo era controlado por completo.

Luego, tras horas, llegaba el dolor.

Mi cuerpo y mente se apagaban y se rendían a ese culto imposible de evitar que me doblaba, me recorría, me retorcía. Y así me quedaba, aovillada, sentada o tumbada en el suelo, hasta que el ciclo volvía a empezar.

Sólo una duda me corroía en esos momentos, dolorosos instantes en que mi mente despertaba pero mi cuerpo no respondía...
¿sigues ahí?

Hace tiempo que dejé de escuchar tu voz, siquiera tu respiración. Los días se volvieron grises, y sordos los sonidos del viento. Quería salvarte, bien lo sabes... El pacto que nos selló era inamovible, tú lo aceptaste y yo lo apliqué.

No entiendo como pude ser tan idiota.

De mi yo de entonces, solo quedan retazos de dolor, de angustia y desesperación. Eso es lo que soy sin ti: un ente incompleto. Porque tu existencia me daba la vida, pequeña dama, porque por ti era la fría muralla que vigilaba tus pasos, los ojos avizores que procuraban alargar la mano para que no cayeses en el abismo. Y, sin darme cuenta, te dejé caer en el peor abismo de todos, el tuyo propio.

Ahora ya es tarde para lamentaciones. Mi cuerpo vuelve a responder, lentamente, y mis manos empiezan a sanar. Se despierta un nuevo día de dolor y sangre, que sin embargo no puedo ni quiero evitar.

Porque si yo estoy así ¿cómo debes estar tú, ahí dentro... sola?

A mis oídos cansados llega una dulce melodía. Mi mente debe de estar en las últimas, porque a todo lo que suena le pongo el timbre de tu voz. Pero afino el oído, para no perder esta fantasía momentánea que me da fuerzas para seguir luchando.

Te escucho.

Mis ojos se abren con fuerza, mi cuerpo se levanta poseído por una cálida brisa. Miro las paredes, manchadas una y otra vez con mi sangre. Es un sueño, me repito, tiene que serlo. Tu llanto nunca fue tan profundo como suena ahora.

Ni el mío tampoco.

Pero no lloro por tristeza, mi pequeña dama. Hoy lloro de alegría, de la dicha que me recorre este cuerpo destrozado. Porque escucho tu llanto, mi pequeña dama, escucho tu voz al viento...

Estás viva.


Tus sollozos cesan repentinamente. Por unos segundos, el miedo se apodera de mí. ¡No te vayas de nuevo! Pero esa melodía, antaño conocida, vuelve a mis tímpanos, más hermosa de lo que la recordaba, más dulce de lo que la imitaba y más fuerte de lo que mi mente pudiera recrearla.

Vuelves a ser tú, vuelves a cantar.

Noto como mis miembros cobran vida, de nuevo, y me olvido de todos los malos momentos. Si tú tienes fuerzas para luchar, sin duda tendré fuerzas para protegerte.

Porque tú eres mi estrella polar, mi pequeña dama... tú eres el eco de mi vida.

Pongo una mano sobre la piedra húmeda. Sé que tú me estás escuchando, y hago una promesa al viento.

Te sacaré de aquí... Juntas lo haremos. Y no nos volveremos a separar. No más.

Mi pequeña dama, no quepo en mi de la dicha...

… de haberte podido reencontrar.


domingo, 5 de febrero de 2012

1st card

Cuan polutas de polvo que aparecen de la nada, me encuentro revisando tus (pocas) fotos. Observo tus ojos entreabiertos, repaso tus labios sonrientes y me encuentro en ese rostro mío, que parecía tener luz propia.

No puedo aguantar las lágrimas. ¿Dónde estás?

Mis brazos recuerdan tu calor, y me hacen volver a ese día en el que nos despedimos.
¿Lo recuerdas?
En esa pequeña habitación, me prometiste quedarte a mi lado, pasara lo que pasara. Tus ojos eran sinceros, al igual que los latidos de mi corazón. Jamás me arrepentiré de ese momento, de ese calor tomado fugazmente, a pesar de saber que no duraría, que tú no me pertenecías y que era un sueño demasiado bonito para ser realidad.
Nunca me dijiste que se convertiría en una pesadilla.

Tus dedos recogieron mis lágrimas, y un beso acalló mi llanto en esa tarde de Abril. Promesas llovieron, y las agarré con fuerza, para volar con ellas. No tenía miedo... tú eras mi guía.

En esa encrucijada... te vi partir... y ya nunca más volviste.

Diez meses han pasado de ello. Meses de reflexión, de empezar, de terminar, de fracasar antes de intentar, de ahogarnos en vasos de agua. Dicen que el tiempo lo cura todo, mi vida... Lo creo, sin duda. Pero entonces ¿por qué no me sana a mí?

Quisiera volver a recorrer las calles con esa mirada que se comía el mundo, con esos andares ligeros que me daban al saber que, cuando llegara, me estarías esperando... Bailar tan solo con el sonido amplificado de tu risa y regalarte, día tras día, la mejor de mis personas...
Volver a ser esa niña que vivía por y para ti.

Te daría mil razones por las que te necesito a mi lado, y todas serían vanas excusas de una realidad doblada, necesitada, ahogada en palabras efímeras que no pueden expresar un atisbo de este grito que lanzo al cielo, cada noche, al ver que mi teléfono no suena, que no vuelves a por mí con una de tus hermosas sonrisas.

De esas que solo dibujabas para mí.

Diez meses han pasado... Pero yo paré el tiempo ese día, 15 de Abril, en el que volví a la realidad tras conocer el paraíso de tus brazos, creyendo que algún día, con perseverancia, podría recuperarlo...

Hoy te escribo esta carta, porque he comprendido que ese día nunca llegará.
Que da igual el tiempo que deje pasar, las hazañas que haga por tener un destello de tu mirada o las lágrimas que recoja mi almohada.

Tú existencia acabó ese 14 de Abril, en ese adiós mudo que no nos dimos.

Te cuento todo esto, para poder plasmar mi angustia en algo más que mi sangrante corazón, y poder empezar a curarlo, lenta y dolorosamente, pero mirando hacia el futuro, no hacia el pasado. Para poder dormir por las noches sin pensar, una vez más, que no hice lo propio, que el cielo y Tierra que te dí no fueron suficientes para tenerte, para que no te fueses con ella y nos dejaras solas.

No quiero pedirte más nada en esta carta, aparte de leerla, de poder decirte un adiós fuera del silencio que mantenemos firme después de tantos acontecimientos. Porque fuiste mi amigo, mi alma gemela, mi amante, mi triunfante, mi naranja entera.
Porque a tu lado descubrí que la vida no es blanca y negra, que tiene tonos alegres y tristes,
que todos los momentos pueden ser felices.

Porque me dejaste como recuerdo tuyo aquello que ahora más amo...

Y que jamás podrá conocerte.

Porque sé que tú ya no eres tú, que no me recuerdas, que aquél al que amé solo existió en mis ojos, mis oídos y mi mente... Sé que ahora la vuelves a amar a ella, que solo fui un pasatiempo, un bonito entretenimiento, y que el no poder tener hoy siquiera una de tus palabras afectuosas, que tanto y a tantos obsequiabas, es solo culpa mía.
Por vivir en tus palabras, por creer en esos momentos.

De ese hombre que sé que hoy vive en ti, ya no quiero nada. Ni su amor, ni su aprecio, ni siquiera un detalle para ese recuerdo que fue nuestro. Tan solo quiero poder recuperar esa palpitante sonrisa, que descubriste y te llevaste contigo... y que no quiere volver.

Ya que derrumbaste un pilar en mi vida al marchar... déjame reconstruirlo...

Y sé que ese hombre que me necesitaba, que vivía su vida al ritmo de la mía bien lejos se fue, que se perdió en tu olvido y mi recuerdo... pero si sigue ahí, por favor, si aún sabes donde encontrarlo... Dile...

Que lo echo de menos.

miércoles, 25 de enero de 2012

Oh, star

Siempre estaba sola, sin pensar en nada más, sin poder ver hacia otro lado que no fuese yo misma. La vida había sido dura conmigo, mi función empezaba temprano y terminaba tarde, y siempre, siempre, siempre... Era solitaria.

“Una guía”, me decían, “un punto de referencia”. Se suponía que era esa luz que llegaba al camino más oscuro, pero yo no lo creía.
Si no veía más que sombras en mi propio camino... ¿cómo podía alumbrar a los demás?

Un día llegaste. Recuerdo perfectamente como fue, porque de entre todas las voces que pudiera escuchar a lo largo de los años, solo la tuya me llegó. Esa dulce voz cubierta de las cenizas del pasado, de la sabia de la tristeza. Me miraste y no viste en mi ese guía del que todos hablaban... viste una compañera.

Me hiciste tu confidente.

Te escuché. Durante días, semanas, apagaba las voces a mi alrededor solo para poder escucharte, acompañarte, compartir ese espacio de tiempo que antes solo me pertenecía a mí. Empecé a querer hacer más, a quedarme cada vez más tiempo a tu lado, porque ya no estaba sola, tú me habías sacado de ese pozo, hablándome de tu tristeza, compartiéndola con alguien tan pequeño como yo...

Tus lágrimas me hicieron querer ayudarte.

Y algo cambió en mí, dejé de ser esa minucia solitaria, esa niña agazapada en el rincón, esa vela a punto de extinguirse. Porque tenía un motivo para brillar: tú. Tú, que cada día estabas a mi lado, tú, que me sonreías en los buenos momentos y me regalabas tus confidencias en el manto de la noche. Tú, que nunca te olvidabas de mí y seguías, día tras día, regalándome ese pequeño tiempo que se te había prestado...

...y que tarde o temprano acabaría.

Te vi crecer, sonreír, llorar, sentir, ser feliz. Todo, a mi lado. Eso me llenó tanto de gloria, que aún hoy, que ya no estás aquí, sigo con fuerzas, noche tras noche, alumbrando el camino a gente como tú, que en su día estuviste perdida... pero que junto a mi encontraste la felicidad.

Y sigo esperando ese día en el que puedas volver a mí, escuchando atentamente a ver si el viento me trae el sonido de tu voz de nuevo, sin extinguirme jamás,

Sin rendirme jamás.

Porque si yo no mantengo ese regalo que tú me entregaste, esa fe que disponías cada noche mientras me hablabas hasta el amanecer... ¿cómo podré seguir brillando?

Soy la primera guardiana de la noche, que brilla sola en el firmamento, más que cualquier otra conocida... Pero, gracias a ti, descubrí que no solo soy la estrella de la soledad...

Sino también la de la esperanza. 

martes, 24 de enero de 2012

Waiting for...?

Abriría una cajita, y lanzaría todas mis lágrimas, angustia y miedos en su interior.
Cual mariposa, desplegaría unas pequeñas alas para surcar los cielos, bien lejos, e iría en tu busca. Durante días,
semanas, meses,

vidas...

Hasta que pudiera encontrarte
Volver a verte, ahí, en ese cruce por el que te vi marchar sin mí.
Ahí volvería con mi cajita, cerrada a pulso con gran dificultad, y te la entregaría.

Para que pudiera volver a ver tu sonrisa,
para que, tras todo este tiempo de amargos silencios,
mis labios pudieran pronunciar 
esas dos grandes palabras mágicas 
que nunca lograron salir de mi boca, 
aunque mi corazón ansiaba soltarlas...

Y, así, pudiésemos empezar de cero.

¿lo harías tú por mí? ¿podrías sentir lo mismo?

Aquí sigo, en esta encrucijada sin moverme, sin avanzar, sin retroceder,
sin saber como entregarte estas dos palabras que aún hoy me pesan, pero que tanto ansío darlas como oírlas...

y no encuentro el método para encontrarlas.

“te perdono”

jueves, 12 de enero de 2012

Rinconcito chiquitito

Un pasito más, y mi mente se desboca.
Disfruto con esa risa tuya, que tanto me aporta.
Me dices que te gusta escucharme, y me siento crecer.

Me haces feliz.


Me pongo a cantar, a bailar, a dar saltos de alegría,
y agarro tus manos para que den vueltas con las mías,
un paso, dos, mientras canto a pleno pulmón
en una danza espero, jamás vea bajar el telón.

Tus pasos aminoran, tu sonrisa se cansa,
deshaces nuestras manos y me das la espalda.
“¿te pasa algo?” “no, no es nada”
“sigue cantando, que me alegras el alma”.

Sigo feliz, a tu lado, aunque tu te apagas torpemente
ya no me miras, tus ojos se pierden en el horizonte,
tus brazos pesan, cual pesados lingotes
tu risa se perdió, hace tiempo atrás...

Empiezo a preocuparme, a intentar recuperarte
de este pozo al que has caído
y del que no puedes alzarte
Tú me miras...

Y en tus ojos no hay brillo...


Me dices que me calle
que estás harto de escucharme
te duele la cabeza, no estás para cansarte.
Me duele, me aflijo
y en una esquinita me aovillo
a tu lado, nada lejos
para no perderte de vista ni un momento 
Y en silencio, sin más
así mi presencia no notarás.

A ver si con suerte vuelvo a ver
esa sonrisa que logré perder.

¿y si estoy haciendo esto
porque me siento completa a tu lado...
          ...por qué me siento como si no valiera nada?

miércoles, 4 de enero de 2012

Retazos de cielo

Anduve buscándote muchísimo tiempo, un lugar al que agarrarme con fuerza, donde sembrar mis ideas, mis momentos, pasiones y defectos...

Un lugar donde poder ser yo.

Al conocerte te desprecié, no eras lo que yo buscaba. Tus pequeños trazos no podían aguantar el peso de mi conciencia,  el dolor de mis sentimientos, la profundidad de mis palabras... te veía ahí, diminuto, como un pequeño feo tallo resquebrajadizo, que no tardaría en romperse. Pero, fuera de lo común, no te consumiste... Creciste, poco a poco, hiciste tu espacio más grande y empecé a verte, a palparte.

Empecé a escucharte. Y me gustaba lo que escuchaba.

El suelo estaba frío el día que decidí aceptarte. Las horas no pasaban, el tiempo se perdía y yo no podía moverme... recuerdo que pensé que ese momento en la fría piedra, esa llamada que no vibraba al llegar, esos ojos que no me veían y esa dulce voz que esperaba dentro de mí serían importantes más adelante, como si fueran las piezas de un extraño círculo mágico, que te traería a la vida.

Y así lo hizo.

Naciste, creciste, empezaste a brillar en mi interior. Te dediqué mis paseos, mis pensamientos, esbocé sentimientos perdidos por ti e inventé de nuevos para podértelos dar, en secreto, como alma que alimenta a su retoño con una pasión casi enfermiza.

Te acuné entre mis brazos, y mis ojos pasaron a ser también los tuyos, mis manos tus actos y mis oídos tus modo de escuchar el aliento del mundo. Empezaste a vivir.

Empezaste a soñar
.

Aprendiste a volar... pero no tienes alas.

Sigues siendo solo un retazo de lo que puedes ser. Está en mi mano darte ese impulso que te puede llevar muy lejos, muy alto, a ese lugar arriba en el cielo donde yo me ciegue por la luz del sol, donde sé que estarás bien y me sentiré orgullosa de ti, de mí misma.

Un lugar donde no podamos estar solos...

Ese impulso también podría destruirnos.

Todo se ha de hacer en su momento... ¿pero cual es ese momento? Si me apresuro, podemos caer, si me retraso, puede que sea tarde para echar a volar...

Por ahora, déjame acunarte una vez más, entre mis brazos...

Déjame estar contigo un segundo más... sentirte crecer dentro de mí...

antes de que llegue el momento de darte, mi luz, a este mundo.

Un mundo tan oscuro... que puede no sepa apreciarte.