Un par de gotas cayeron sobre su cabeza. No le importó, ya que le gustaba el agua. Se acercó más a la fuente, pero alguien le apartó. La chica sollozaba mientras le veía alejarse, aunque él, en brazos de un extraño, no sabía por qué.
Luego vino la parte de atrás de la camioneta, la puesta de
sol, el bosque. Nunca había estado allí, nunca había salido sin ella, pero hoy
algo era distinto. Algo iba mal.
Había poca luz.
El desconocido lo sacó violentamente de la camioneta,
haciéndole daño en una pata. Pero él había aprendido a ser un niño bueno, así
que ni gimoteó. Sabía que, si no, ella lloraría. Con las patas en el barro del
bosque, vio subirse al extraño a la camioneta. El tubo de escape rugió
sonoramente, y pronto solo fueron él y el bosque. Se acurrucó, no le gustaba
estar solo. ¿Por qué le habrían traído allí?
Esperó.
La luz se fue, y el frío lo acogió en sus brazos. Su pelaje
negro pronto tuvo rocío sobre él, pero no había alternativa. Debía ser un niño
bueno, debía esperar. Todos sabían que los niños buenos eran recompensados, y él
había sido el mejor, sin dudarlo. Lo sería ahora, esperando bajo el frío.
A la mañana siguiente salió la luz del sol, pero él ya no
era capaz de verla. Tenía hambre, tenía sed. Echaba de menos los brazos de un
humano. Pero su cuerpo no se movía, sus músculos se negaban a contraerse,
haciéndose todos ellos la misma pregunta, la misma que se hacía cada poro de su
piel y cada célula de su cuerpo.
¿Por qué?
Siempre había sido bueno, siempre había protegido a su dueña
contra viento y marea. Ahora no era capaz de verla, de notar su calor. Aquí,
solo, hacía mucho frío.
Tras los días, ni siquiera intentó buscar comida. ¿Para qué?
El frío no se iría, seguiría solo con la tripa llena o sin ella.
Estaba solo.
Unos brazos cogieron su cuerpo, casi agotado, y lo pusieron
de nuevo en una furgoneta. Al abrir los ojos, vio comida y bebida. Vislumbró el
rostro de una señora, que le acariciaba con afecto. Notaba su mano, pero no su
calor. La furgoneta arrancó dejando el bosque atrás, aunque el frío lo siguió.
Lo metieron en un rincón estrecho, lleno de paredes de
hierro. Los otros no callaban, insultaban y gritaban todo lo que podían. El no
tenía fuerzas para luchar, ya había aceptado la derrota. Se acurrucó y se
durmió.
A lo lejos, volvió a ver el bosque, todo envuelto en
penumbra. Nadie más que él estaba ahí, y nadie vendría; de nada le había
servido ser bueno. Fijando la vista y el olfato, intentando encontrar algún
rastro, olió un dulce aroma. No lo conocía, pero le gustó y lo siguió bosque
adentro. Tras horas de andar, encontró
un claro tocado por la luz de la luna, donde las hojas ondeaban y cosquilleaban
su estómago. Todo olía a ese dulce aroma, y se acurrucó bajo la luz de la luna,
que lo abrigó. Allí, en medio de la nada, volvía a sentir ese calor, ese
aliento que le recordaba que no estaba solo.
Cuando abrió los ojos, el recuerdo de ese aroma perduraba en
su nariz, y el calor seguía en su cuerpo. Sí, sería un niño bueno. Seguiría
teniendo esperanza, porque sabía que ese calor era real, que alguien vendría a
por él.
Con eso en mente pasaron las horas, los días, las semanas.
Todas las noches se embriagaba en sueños con la luz de la luna, todos los días los
soportaba con los recuerdos; a la espera, inagotable, de que ese aroma viniera
a por él y lo sacara de ese infierno. Siguió teniendo fe el día que no lo
llevaron hacia la derecha, como siempre, si no a una sala muy fría, que olía
muy mal; aguantó las correas, el bozal y no molestó al hombre que tenía
delante, con guantes y bata. Iba a ser un niño bueno, porque así le vendrían a
buscar.
Aún cuando la aguja se introdujo en su cuerpo, aún cuando el
veneno corrió y se le
cerraron los ojos, él siguió esperando…
Esperó a que el aroma que tanto había soñado, el de la compañía,
el amor, y el cariño, vinieran a por él.
Porque había sido un niño bueno… y se merecía una segunda
oportunidad.
Horas después llamaron preguntando por él, queriendo
salvarlo de esa muerte prematura a cualquier precio. El veterinario, apenado,
les informó de la hora de la muerte, aunque les comentó que podían escoger
entre otros perros abandonados. Pero no querían otros perros, lo querían a él,
así que se fueron desconsolados por no haber llegado a tiempo.
Vinieron a por él… Pero demasiado tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario